Ayer apareció en el portal cultural Ociocero mi reseña sobre la estupenda antología de Donald Ray Pollock, que adjunto aquí debajo:
Irreverente, sucio, mordaz, directo, descarnado, brutal. Así es la obra de Ray Pollock, su estilo, su prosa, las ideas que bullen en su cabeza, las vivencias que narra. Un conjunto de relatos entrelazados finamente entre sí que despiertan reacciones tan dispares en el lector como la sorpresa, la risa o el escalofrío. Relatos como «El hoyo de la dinamita» nunca serán olvidados. Otros, como «Disciplina» o «Barrita de pescado» nos golpean una y otra vez. «Manteca», «La vida real», «Destino del pelo» o «Píldoras» me parecieron también muy destacados. Pero en este libro no importa hacia dónde van las historias, sino cómo nos las cuentan. Porque Pollock es naturalidad pura, meterte dinamita en la boca y prender la mecha, inhalar pegamento, ponerte a doscientos por la carretera y dar un volantazo en la última curva.
El conjunto de la obra nos sitúa constantemente en los alrededores de una pequeña localidad de Ohio, Knockemstiff (en el medio oeste de Estados Unidos, la zona más industrializada del país). Allí, el autor traza historias a veces subrealistas, otras escalofriantes, con personajes disparatados, tristes, bestiales, excéntricos, en un ambiente rural que nos llena la cara de polvo y tierra roja como una tormenta en el desierto.
Dos breves fragmentos para ilustrar la narrativa de este autor:
«Frankie pisó el freno a fondo y el coche derrapó hasta pararse. Me bajé de un salto. El pollo estaba aplastado contra la rejilla, con el cuello roto. Lo desprendí suavemente del cromado y lo sostuve por las bulbosas patas amarillas. En la punta del pico roto tenía una gota de sangre gorda y redonda como una perla roja.»
«Yo nunca se la había metido a una persona de verdad, y cuando empecé a correrme me pareció que todo lo que había vivido hasta entonces dejaba de tener importancia. Los años de penuria y de soledad salieron fluyendo de mí y se pusieron a burbujear dentro de aquella niña como un manantial que brotara de la ladera de una colina.»
Hay pasajes dignos de Bukowski. Pollock es un narrador que nos engancha desde la primera página, nos agarra por las solapas y nos muestra un panorama estadounidense plagado de barbarie y miseria, historias aberrantes y divertidas. Drogas, polvos en los asientos traseros de los coches, hambrientos devorando gallinas en mitad del desierto, padres que maltratan, borrachos que hurtan en los supermercados, mujeres feas sin estudios y sin futuro, adolescentes pervertidos, violaciones y crímenes, vandalismo. Todo ese elenco aparece en la obra de Pollock, y todo aparece magistralmente narrado con una voz propia que es imposible que caiga en el olvido. Un auténtico descubrimiento.