No suelo hablar mucho de cine. Me gustan las buenas películas, las que tienen un buen argumento, y desecho a menudo los títulos que apenas pretender entretener con un guión paupérrimo (X-Men, Triple X, James Bond, siempre salvando las distancias). Me gusta reír o llorar con una película, o en todo caso reflexionar. Y «Qué bello es vivir» es uno de esos clásicos que reúnen todos los componentes que necesito.
Reconozco que no soy aficionado al cine clásico, pero creo que debería adentrarme en él. Cuando descubro alguna joya como esta me replanteo esta decisión. Me la recomendó un amigo hace una década, y por fin la he disfrutado.
Breve sinopsis: Un hombre llamado George Bayle (James Stewart), al que la vida ha frustrado todos sus sueños, pero no ha conseguido doblegar sus principios frente al malévolo Sr. Potter (un multimillonario que pretende comprar su negocio de empréstitos) está a punto de suicidarse. Para impedirlo será enviado un ángel sin alas con la posibilidad de, si lo consigue, obtenerlas.
Ahora entiendo por qué James Stewart será siempre George Bayle, como dicen algunos críticos. Esta película ha pasado con creces la prueba del tiempo (de hecho consiguió mayor repercusión con el devenir de los años) y sin duda es obligatorio verla al menos una vez en la vida por los valores que transmite.