Hace ya varios años que comencé a interesarme por la criminología y la criminalística, y en el ámbito literario, concretamente, por el género negro. Como autor siempre he considerado que uno debe mejorar día a día, año tras año. Y las mejoras deben venir desde varias perspectivas, aunque destaco dos principalmente:
1) La formación técnica: la tarea de escribir no deja de ser un entrenamiento diario y, como tal, la práctica hace que se dominen cada vez más las técnicas, el vocabulario, los giros argumentales, el poder descriptivo. Todo escritor necesita entrenar y aprender, para mantenerse en forma con el teclado, incluso aunque sea el autor más veterano.
2) Cuando un autor quiere hablar sobre algo, debe conocerlo (puede que no tenga que ser un experto, pero al menos deberá tener unos conocimientos mínimos). Así, además de las aportaciones que me brinda mi oficio, procuro acceder a todo tipo de manuales y cursos que tengan que ver con la temática policíaca o criminal. Así, leo en profundidad, a veces realizando profusas anotaciones, desde manuales de buenas prácticas en la escena del crimen, sobre la investigación criminal, perfiles criminales, medicina forense, cursos de Policía Judicial y Científica, reacción policial, armamento, intervención de drogas, etc. A la postre, todo eso contribuye al enriquecimiento personal y profesional, y a la mejora de las herramientas que como autor de dicho género debo dominar. Otra cosa diferente sería traicionar mi modo de entender la literatura.